Y ahí estaba yo, era mi último día en ese edificio y me parecía mentira que hubiera llegado el día.
Era curioso la extraña sensación que tenía porque me había pasado los tres últimos años deseando irme pero no quería dejar a mis amigos que no eran muchos pero sí eran muy buenos y les quería tanto que no quería abandonarlos, pero también me daba un poco de vértigo dejarlo ya que se había convertido en una segunda casa.
Mí tutora nos hizo entrar uno a uno a por las notas a la sala polivalente que disponía el colegio por orden de lista ¿Alguna vez os he dicho que odiaba profundamente ser la primera?
Pues todo eso juntado a mis quince años y a la repulsión que me provocaba mi tutora, aunque he de hacer un inciso aquí, mi tutora era de esas profesoras mediocres que había sacado su título en una universidad donde su papá había pagado por el título, que si le preguntabas algo que no estaba en el programa, te respondía mandándote deberes y a callar que si no mandaba más o hacía examen sorpresa. Junto con ñoñería y que la única vez que hizo de tutora provocó que acabáramos toda la clase peleados los unos con los otros hizo que a nadie nos gustará y cuando digo nadie, me refiero a nadie, ni los profesores, vaya la toleraban por educación.
Pues esa mujer había decidido tener unas últimas palabras con cada uno, como nadie quería hablar con ella, decidió darnos las notas en privado y así nos obligaba.
Así que sin pensarlo mucho entre cuando dijo mi nombre y después de un saludo forzado, me entregó mis notas, no eran las mejores que podía haber sacado, pero vaya… No estaban ni tan mal, junto con las notas había un papelito aparte dónde ponía:
Como tutora durante dos años de su hija, les aconsejo que lo mejor que puede hacer es, en el caso de que quiera estudiar, hacer algo de FP medio o directamente con el graduado que tiene que se incorpore al mundo laboral.
Hacer bachillerato sería algo demasiado difícil e improductivo.
Yo no esperaba nada positivo, bueno o franco de esa mujer, pero a pesar de que no era la primera vez que hacía algo así después de todo me había amenazado con suspenderme una asignatura delante de toda la clase por pedir un típex… Esta vez se había pasado tanto que no se hacía una idea.
He de reconocer que debido a unos problemas y que siempre me ha encantado hablar, yo no era una estudiante modelo, pero ¿eso, de ella?
Simplemente no lo iba a aceptar, después de releer la nota por segunda vez no fuera que hubiera malinterpretado algo, levanté la cabeza y ahí estaba delante de mí con su estúpida sonrisa y con algo de tiza cerca de la boca.
¿Esto es en serio? Le pregunté mientras acercaba esa nota a su cara.
Claro que sí Mª Carmen, dijo intentando simular una voz dulce, No todos se nos da bien lo mismo y no pasa nada pero debemos de darnos cuenta de qué no se nos da bien y tú no vales para estudiar.
Mi respuesta fue una mirada de odio y asco profunda, estaba intentando no cabrearme y no lo estaba consiguiendo.
Pero no te enfades añadió con su estúpida sonrisa, sí he puesto que si quieres estudiar hagas algo de FP…
Ahí ya mi paciencia se agotó, no iba a perder ni un segundo más con una subnormal que iba por la vida con su asquerosa boca manchada de tiza.
Mira ¿Sabes qué? No acepto consejos de alguien como tú, no sólo no te lo he pedido, es que sabes de sobra que no lo quiero y con respecto a que no valgo para estudiar…
Empecé a reírme, me sorprendí hasta yo misma de que pudiera reírme con el cabreo que llevaba.
No sólo si voy a cursar bachiller, es que voy a hacer una carrera ¿Y sabes por qué? Porque si tú tienes una carrera, cualquiera puede.
Comparto este recuerdo con vosotros para recordaros que nunca sabemos ni cuando, ni donde vamos a encontrar esa motivación que en ocasiones y etapas nos falta.